martes, 23 de marzo de 2010

De la ficción a la realidad

Frankenstein´s hay más de uno. Mary Sheller, creó a sus veinte años de edad un personaje, quien con base en experimentos científicos a partir de luz eléctrica buscaba generar vida en cuerpos inertes. Sé que se trata del doctor Víctor Frankenstein; sin embargo, jamás imaginé que en mi visita a un panteón descubriría que hace 50 años hubo un hombre con las mismas intenciones.

El panteón de la Piedad en Puebla, que se encuentra ubicado en la 25 sur esquina con la 15 poniente, resguarda una historia que parece sacada de un libro. Todo comenzó cuando decidí visitar el santuario; al principio imaginé que sólo encontraría tumbas. Sin embargo al llegar recordé algo, en los sepulcros hay muertos, y detrás de cada uno existe una historia. La curiosidad me llevó a pedir informes acerca del lugar y de las personas que en él descansan; fue así como llegué a la capilla de la familia Téllez Ramírez. Para ser precisa, es una de las primeras que se aprecian al llegar; está del lado derecho y más que tumba parece habitación. Es un espacio cuadrado, de buen tamaño, pintado de blanco y forrado en talavera; la puerta y los marcos de las ventanas son de color negro. Al asomarme, pude ver que en efecto estaba acondicionado como alcoba; una cruz colgaba en la pared del lado izquierdo, tenía una cenefa dibujada y contaba con iluminación. Cada detalle aumentaba mis ganas de saber más sobre esta familia, ¿por qué alguien tendría un cuarto en lugar de una capilla?

Así comencé mis averiguaciones con personas que allí laboran. Se dice, que alrededor del año 1960, existió un científico, quién mandó a edificar dicho espacio para su difunta esposa. Él la tenía conectada a una serie de cables y, a partir de luz eléctrica buscaba proporcionarle latidos a su corazón. Cada que recibía una señal de “aparente vida” o más bien de estímulo, acudía presuroso a visitarla; pasaba horas con ella durante las cuales, la arreglaba. Al inicio me pareció una locura, ¿qué clase de amor tenía que sentir por ella, qué no se imaginaba la vida sin su compañía? O bien ¿qué clase de científico era, qué no dudo en experimentar con el cuerpo de su difunta esposa? Vinieron a mi mente distintos personajes de la literatura; pero con el que mas encontré semejanzas fue con el mencionado al inicio de este artículo, el doctor Víctor Frankenstein. Creo que las razones son obvias, ambos intentaban generar o recobrar la vida mediante corrientes eléctricas en cuerpos inertes. Quizás las razones eran diferentes, pero no por ello dejan de ser hombres de la ciencia, seres que se atrevieron a desafiar a la muerte.
¿Hasta dónde es capaz de llegar una persona? ¿Acaso los muertos no tienen derechos? En fin, nuestro científico no podía vivir para siempre; con él murió ese intento de devolver a la vida a su mujer o quizá el deseo de que nunca se fuera. Ambos fueron enterrados en el lugar. Creo que detrás de esta gran historia, hay otras aún mejores. Estoy convencida de que la ficción puede transformarse en realidad; sólo es cuestión de indagar, de mirar más allá de lo que nuestros ojos pueden ver. En el mundo hay personas sabias, ignorantes, locas, que odian, que aman; y uno nunca sabe cómo van a reaccionar. Jamás me voy a confiar, pues ahora sé que los personajes literarios pueden cobrar vida. Cuidado, no vaya a ser que yo me convierta en otro Frankenstein.

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