La semana pasada escuché un chiste, que me vino a la mente al terminar la final del fútbol mexicano. ¿Por qué Vucetich se ausenta de misa? porque no quiere saber nada de santos.
Me quedé pensando y llegué a la conclusión de que el equipo de Torreón, necesita acudir a la Iglesia, para invocar desesperadamente a todos los santos. Perder dos títulos de forma consecutiva, es un fuerte golpe anímico.
El fútbol parece ser injusto con el equipo de la laguna, los resultados se niegan a pesar de la continuidad en el proyecto. Un gran plantel, una buena directiva y un cuerpo técnico con experiencia, parecen insuficientes.
La peor actuación llegó en el que parecía su momento. La letal delantera que los caracterizó a lo largo del certamen, pasó desapercibida cuando más tenía que brillar. La idea de defender el gol de ventaja, no germinó y la cosecha que parecía ser dulce terminó con un sabor extremadamente amargo.
Santos dejó de hacer las cosas y Monterrey jamás perdona. Vucetich planteó de manera inteligente, el partido más importante de su vida. Renunciar a la Selección hoy parece poca cosa, él se enamoró de un proyecto, de una camiseta, de unos colores y permaneció fiel hasta el final.
El fútbol le brinda a la gente de Monterrey una gran alegría, en uno de los peores años de su historia. La violencia pasó a segundo terminó, las lágrimas ya no fueron de dolor. Hoy la gente sonríe esperanzada, su equipo se ha coronado campeón.
Fue una final digna, con un merecido ganador. Seguramente veremos cambios en ambos equipos, sólo nos queda esperar que ese buen fútbol que desplegaron a lo largo del torneo permanezca intacto.
El error del equipo lagunero fue hacerle honor a su nombre, al comportarse como unos verdaderos santos. Romano por su parte, tendrá que pensar si quiere seguir tomando vino en vasos desechables, ya que Vucetich tiene todas las copas.
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